Los progenitores animales estimulan y permiten a sus crías el uso de los instintos de especie. La infancia humana, en cambio, es muy larga y tiene una complicación: los padres a menudo no reconocen la capacidad de AUTONOMÍA de sus hijos. En lugar de crear un lazo afectivo sereno, construyen un lazo de amor posesivo que no permite realmente al niño desarrollarse como debiera. Se ha impuesto un estilo sobreprotector y una sustitución que puede llegar a continuar hasta la vida adulta (“lo hago yo porque eres pequeño”).
Como una consecuencia natural, llega un momento en que el niño renuncia a sus capacidades porque el adulto las ha estado sustituyendo. Esto no permite al niño escoger con LIBERTAD su camino, tomar sus propias DECISIONES y EXPERIMENTAR con pasos para los que está preparado (en un ambiente dispuesto previamente para ello por el adulto). Y esto ocurre en todos los ámbitos: físico, cognitivo y afectivo emocional. Por decirlo de una forma llana y fácil, les privamos de múltiples situaciones de ensayo-error (autonomía, socialización, …), entrometiéndonos en todo e interfiriendo su actividad espontánea y, una vez los hemos anulado, pretendemos introducirles de nuevo en la necesidad de desarrollar todas estas competencias que, de habérselo permitido, estarían ya aflorando de forma natural.
María Montessori decía que cada ayuda innecesaria es un obstáculo al desarrollo de la independencia. Antes de actuar los adultos han de preguntarse tres cosas:
- Si puede hacerlo solo,
- Si el intentarlo le puede favorecer en términos de lucha, superación, perseverancia,
- y finalmente, si la actividad conlleva riesgos serios.
El psicólogo Andrea Fiorenza ilustra la sobreprotección de nuestros tiempos diciendo que hemos privado a nuestros niños de todos los obstáculos de su vida y recomienda ponerles cada día una dificultad, por lo menos.
Por otro lado, Montessori dice que la ayuda inútil humilla al niño, agrede la independencia y es un obstáculo a la concentración.
El niño necesita ayuda para “hacer sólo las cosas”, eso es lo que nos está gritando. A partir de este momento, el niño tendrá ambición de seguir experimentando y ampliando su ámbito de acción y eso le debe ser permitido y facilitado.
En las escuelas Montessori, los niños aprenden en una serie de ambientes que van creciendo en amplitud y sofisticación, a medida que van creciendo; y así debe ser para poder ser asimilables y comprensibles al niño: familia, escuela, amistades, comunidad, sociedad, etc… Cada vez que el niño está en uno de estos ambientes, se está preparando para participar en la sociedad en términos más amplios. Al entrar en un nuevo ambiente, hay una inseguridad y se precisa una guía (padres, maestros, compañeros,…) La ayuda es temporal porque el objetivo es no precisarla, hacerse independiente en ese nuevo ambiente. Cuando el ambiente ya no nos aporta, debemos evolucionar hacia un ambiente más amplio, más difícil. El ego va creciendo y preparándose para tomar mayores distancias del adulto y del guía, cuyo rol es preparar el ambiente para que sea favorecedor de la autonomía. Para ello, María Montessori dice que:
El adulto debe prepararse, formarse y, por encima de todo, creer en las posibilidades y potencialidades del niño. Para ello, es necesario liberarse de los prejuicios e ideas preconcebidas y observar con espíritu científico y comprensivo al niño. |
Como educadores y adultos, el arma más potente que tenemos es ayudar a que los niños desarrollen una voluntad fuerte, puedan tomar decisiones y sean seres humanos dignos y responsables que aman y se preocupan de los otros y del ambiente.
Ser independendiente realmente significa ser una persona desarrollada, libre, que tenga un sentido de sí mismo, con voluntad, una persona que tenga confianza y autoestima, que pueda actuar por sí mismo, independientemente, con dignidad y respeto, que tenga compasión y sentido de la responsabilidad. Cuando los adultos que interaccionan con el niño entienden adecuadamente su rol y se orientan a la ayuda por la independencia del niño adoptan una mirada distinta que favorecerá desde el primer momento de la vida la consecución de la personalidad libre. Las primeras interacciones con la madre y el padre, las primeras relaciones familiares son ya una preparación para las interacciones futuras del niño. Se desarrollará en él el sentido básico de confianza, si dichas relaciones son experiencias positivas, armoniosas y respetuosas. Un Ambiente preparado para la manifestación de las tendencias humanas y ciertos límites claros, ayudarán al niño a dar pasos firmes hacia su independencia. El ambiente preparado, juntamente con los límites son la ayuda que necesita el niño para desarrollar el Auto-control sin perder la Autoestima.
Fuente: VII CONGRESO INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN: EDUCACIÓN, LIBERTAD Y CUIDADO. Asociación Montessori
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2 comentarios en “Camino hacia la independencia del niño”
muy interesante su pagina, me gusto muchisimo!!!!felicidades.
muy buena su pagina!!!!felicidades